(1910-1997)
“De sangre
soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja
Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi
corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme
como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de
proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más
pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí
para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la
luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar
su sed de amor y de almas”.
Esta
mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje,
una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de
los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de
Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió
la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión,
llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre,
cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran
estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo
grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa,
Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado
Corazón, en la que ella estaba muy integrada.
Cuando tenía
dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa
en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen
María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de
Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre
inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después
de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada
a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para
chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua
convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda
la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar
en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona
de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus
estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron
impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y
coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de
organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad
y alegría.
El 10 de
septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su
retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la
llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de
almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se
convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y
meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de
su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su
amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su
dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y
el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una
congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los
más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento
antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto
de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó
las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los
pobres.
Después de
un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa
volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los
Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a
las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo
que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de
hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en
la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y
servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se
ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus
antiguas alumnas.
El 7 de
octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la
nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años
sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India.
El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en
febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue
seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en
todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de
los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas,
incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.
Para mejor
responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa
fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama
contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984
los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitó
solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los
Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes,
personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su
espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes
obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la
Caridad Laicos. En respuesta a las
peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el
Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un “pequeño camino de santidad” para
aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.
Durante
estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y
en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio
Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz
en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación
comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella
recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en
nombre de los pobres”.
Toda la vida
y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la
grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas
pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad
con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo
después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más
cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un
profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de
sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella
misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su
alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y
continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más
profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de
Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación
interior de los pobres.
Durante los
últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud,
Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades
de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban
casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123
países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida
sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a
cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por
última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las
últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e
instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa
llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un
funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras
de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y
oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres
indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una
esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada
de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una
“madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo
viviente de la sed de amor de Dios.
Menos de dos
años después de su muerte, a causa de lo extendido de la fama de santidad de
Madre Teresa y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II
permitió la apertura de su Causa de Canonización. El 20 de diciembre del 2002
el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad de las virtudes y sobre
el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa.
Algunas de sus frases:
- Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal.
- A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
- Nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a Él, y para hacernos reconocer que no somos nosotros los que controlamos nuestras vidas, sino que es Dios quien tiene el control, y podemos confiar plenamente en Él.
- El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
- No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar.
- La paz comienza con una sonrisa.
- Dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más.
- Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.El amor, para que sea auténtico, debe costarnos.
Referencia:
Biografía: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20031019_madre-teresa_sp.html
Frases: www.proverbia.net
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